“En mí sigue viviendo esa nena que no encaja, no quiere encajar, pero quiere seguir saliendo a la calle, a encontrarse con otros, a cambiar el mundo”, dice Lala Pasquinelli en su charla TEDxRiodelaPlataSalon mientras describía el proyecto que cambió su vida -y la de muchas mujeres-: “Mujeres que no fueron tapa”.

Todo comenzó cuando cuestionaba su trabajo como abogada y siguió cuestionando mucho más. “A los seis años ya había descubierto las dos cosas que están en el corazón de mi trabajo actual: que el mundo de las nenas y nenes no es igual. Que si jugaba a lo que me gustaba: callejear, trepar árboles, andar en bici, hacer chozas y correr, era varonera y machona. Las nenas tenían que cruzar las piernas para que no se les vea la bombacha y ser prolijas y calladas. Se espera que juguemos a lo que espera que hagamos más adelante: estar en la casa”, dijo sobre el escenario esta artista “artivista” que observó cómo las revistas “de moda” moldeaban el comportamiento de las mujeres, de cómo debían ser: flacas, esbeltas, amas de casa y madres. Y decidió hackear ese molde, con su proyecto “Mujeres que no fueron tapa” que llega a Tucumán el sábado 22 de abril.

-¿Cuál es la esencia del trabajo de Mujeres Que No Fueron Tapa, Mqnft?

-Desde hace ocho años que trabajamos y su esencia ha ido mutando. También nos hemos ido transformando nosotras y nuestro trabajo. Al principio el foco estaba puesto decodificar los mandatos y estereotipos de género que se reproducían y cristalizaban a través de la cultura masiva. Analizábamos los medios de comunicación, las noticias, las redes sociales y compartíamos el análisis que hacíamos. ¿Por qué las mujeres en las revistas aparecemos siempre semidesnudas y los hombres con la ropa que usan diariamente? En las revistas las mujeres son jóvenes, blancas, delgadas y con una gestualidad hipersexualizada. En las notas hablan de tres cosas: el amor de un hombre, la maternidad y cómo encaja su cuerpo en su molde. Eso no sucede con los hombres: ellos aparecen tal cual son: con canas, gordos, flacos y arrugas –y siempre vestidos-. Cada uno cumplía su rol de género.

Fueron pasando los años y comenzamos a tener otros proyectos con mucho impacto en los medios y en la opinión pública. Avanzamos en proyectos educativos que llegaron a muchísimos educadores y activistas. Así, la conversación crítica sobre los medios, la crítica a la cultura fue creciendo y masificándose. Como hizo el feminismo a lo largo de sus diferentes etapas, hicimos político lo personal y politizamos lo doméstico.

-¿Por qué consideran que el feminismo es político?

-Lo que abordamos es, en definitiva, la experiencia de ser mujeres en este planeta: el sufrimiento y la violencia que conlleva eso para nosotras. Por lo general, siempre se abordaron estas experiencias desde lo individual, como si fueran problemas tuyos. A vos te acosan en el trabajo, no podés caminar tranquila en la calle porque te gritan cosas obscenas o vos estás en una relación violenta. Siempre se abordó desde lo individual y subjetivo. Pero, cuando lo ves desde la política, te das cuenta que es una problemática de todas las mujeres. Si te ponés a escuchar a todas, hay tantas cosas en común en las historias de las mujeres, de miles de mujeres de nuestra comunidad. Y ahí ves que las experiencias se repiten y se repiten, miles y millones de veces. Y te das cuenta que el problema está afuera y hay todo un sistema de opresión que opera sobre tu cuerpo y sobre tu vida y que hace que vos tengas esas experiencias. Hoy sabemos que no son tus responsabilidades, es decir, no es una falla tuya.

- ¿Y qué sucede con la construcción de lo masculino?

-Tenemos que entender que la construcción de nuestras identidades no son algo natural, sino que van sucediendo en esta exposición a la cultura y a los contextos en los que vivimos. Producir esas identidades en función de lo femenino y lo masculino tiene consecuencias que son muy violentas para las mujeres y para los varones también. Si bien no es lo mismo porque los géneros están jerarquizados, sabemos que la educación en lo masculino no es de felicidad y disfrute. Claramente no lo es. Es una educación en la violencia y expuesta a la violencia.

Igualmente, desde Mqnft no abordamos la masculinidad porque estamos muy ocupadas con lo femenino, porque nuestros problemas no están resueltos. El punto es que la hay una construcción dicotómica de lo femenino y lo masculino que nos divide y prohíbe de manera sutil, a veces, pero muy eficiente. Nos atribuye a cada género ciertas características que nos imposibilitan experimentar lo otro. Lo femenino es lo irracional, lo pequeño, lo doméstico y sensible, mientras que, lo masculino es lo potente, fuerte, aventurero. Todo es muy restrictivo para ambos. Nosotras hoy estamos focalizadas en cómo se construye el ideal femenino y traducir lo que vemos. No inventamos nada, está todo en el marco teórico del feminismo. Básicamente buscamos que quienes quieran entender, se den cuenta de que lo que nos pasa, no nos pasa solo a nosotras.

-¿Y de ahí como se sigue?

-El primer paso es eso: entender que lo que nos pasa no tiene que ver con nosotras sino con una construcción social y un sistema político con intereses, jerarquías y un montón de otras cosas que nos exceden. Luego, es pensar cómo salimos de ahí y poner en común estrategias y formas de resistencia. Nosotras, de alguna manera, tratamos de hacer una traducción de todo esto porque, a veces, es muy difícil de comprender. Lo cierto es que cuando las mujeres lo vemos en nuestra propia vida, lo entendemos más fácil porque sabemos los discursos que recaen sobre nosotros sobre, por ejemplo, la autoestima, cómo debemos ser físicamente o personalmente. Por eso buscamos abrir conversaciones a través de campañas, por ejemplo, o de los espacios de los talleres y de nuestros festivales de festivales que son espacios educativos.

Es duro esto de cuestionar y poner en tensión todo lo que nos dijeron que debía ser en el camino hacia la felicidad. La verdad es que, si miramos a nuestro alrededor, no vemos mucha gente que la esté pasando bien cumpliendo con esos manuales y mandatos, ¿no?

-Pasó la campaña “Hermana, soltá la panza” y “Hermana, soltá el reloj”, y ahora hablan sobre los mitos del amor romántico. ¿Cómo es esto?

-Es un tema muy difícil porque toca aspectos muy dolorosos de la vida de las mujeres que siempre estuvo construida en torno al amor y a la relación de pareja. No negamos el amor ni sus gestos, pero sí queremos poner en cuestión la forma de vincularnos que nos exige a nosotras una subordinación al otro y que permite que resignemos mucho más por amor y que nos pongamos en lugares de servicio y explotación. Queremos una relación igualitaria en derechos y deberes.

El 65% de los femicidios son cometidos por parejas o ex parejas, esto significa que hay algo que nos enseñaron sobre la forma de vincularnos que no es sano, nos pone en peligro y nos mata. Necesitamos abordar esto cuanto antes. Es un tema que tiene un montón de aristas: cómo somos educadas a través de la belleza, de ingenuidad. Ahora solo estamos tirando de un hilito para desentrañar todo esto. A las mujeres nos educaron siempre para dar amor, para cuidar y esto lo sabemos muy bien, pero ¿y al hombre? ¿Cómo le estamos enseñando a amar?

Taller

Sábado 22 de abril

En Tucumán, el equipo de “Mujeres Que No Fueron Tapa” realizará el Taller Presencial #HermanaSoltaElMandato, el sábado 22 de abril a las 18.30 hs. Valor $2.700.

Consultas por WhatsApp al número: 54 9 11 25177275.